Sin Etiquetas
La vivencia en el consultorio, ya sea como paciente o terapeuta, me ha ido mostrando el efecto sanador que tiene el encuentro de dos seres, cuando éste se da en total presencia y conexión; cuando la relación “yo-tu” es algo parecido a una danza en la que ambas partes ajustan tanto el diálogo del discurso, como el tónico- postural. Y esa danza puede ser de a dos, pero también es muy rica si es grupal, es diferente si es entre adultos, o si es un niño o niña quien llega a la sala, si es el niño con sus padres, o si está en un grupo de pares…y es que jamás una consulta será igual a otra, ni siquiera si se tratase de la misma persona. Y no me refiero al contenido, sino a “eso” que nos envuelve a ambos mientras escucho y el otro habla, o mientras hablo y el otro escucha; en realidad es aún mas grande: mientras uno da y el otro recibe y toma. En ese encuentro, me propongo estar presente y sin ideas, sin preconceptos, sin prejuicios, juicios y todo lo que solemos interponer en las relaciones. Y cuando digo interponer enseguida me llega la imagen de obstáculos que nos separan y me impiden esa unión con el otro.
Esta es la explicación por la que no me ajusto a los diagnósticos convencionales, los que se desprenden de un cálculo matemático y encasillan en una condición estandarizada y generalizada a alguien que es único. Esta es la razón por la que, en la consulta, pasa a un segundo o tercer plano esa etiqueta con la que el niño y la familia deambula y se presenta; porque él/ella es mucho más que su diagnóstico. Es que realmente me importa descubrir quién llega a la consulta, ponerme en relación, sumarme en mi rol de ayudador, a ese sistema al que estoy llegando en último lugar y muy fugazmente. El ejercicio de recibir enteramente y con una mirada limpia de juicios a alguien, es lo que mas me conecta, y para eso tengo que correr del medio cualquier tipo de etiqueta. En ese instante solo sé que estoy ante un hijo que ha probado y desarrollado estrategias para pertenecer, para amar y ser amado, y hubo una de esas estrategias que le funcionó; la que luego le ha traído un sin fín de problemas. Entonces mas que la etiqueta empiezo a mirar los síntomas, los mecanismos defensivos y la función valiosa que cumple la “alteración”. El diagnóstico es una herramienta más que sirve al desarrollo del tratamiento, pero no indispensable…me centro en el síntoma y en lo que se dice a través de él, y no en un resultado cerrado con técnicas preestablecidas de abordaje. A la vez que observo, me voy preguntando: ¿para qué lo hace así?, ¿para quién?, ¿a quién trae?, ¿a quién mira?, ¿en lugar de quién lo hace?, ¿cuál es el costo que está teniendo su forma de amar?… Y luego más allá de la técnica, la formación y mi propia intuición hay algo fundamental que tiene que suceder y es propiciar una corriente amorosa como trama sostenedora, inmersa en un compromiso emocional.
Cuando tengo todo esto, en el encuentro con el individuo real, desde el respeto, puedo acompañar hasta que podamos mirar lo invisible. Por supuesto también voy a encontrar a sus seres mas amados rodeando la dinámica que sostiene el problema, ya que el consultante es a penas un punto dentro de una trama de lealtades visibles e invisibles; seguramente voy a encontrar funciones disfuncionales y disfunciones funcionales, pues entiendo que cualquier “disfunción” puede llegar a ser muy funcional para todo un sistema. Si me encuentro hablando de sistema es porque es evidente que pasados unos minutitos desde la llegada del consultante ya somos un montón de seres dentro del consultorio (imaginariamente): él acompañado de todos los que componen su trama y para quienes imprime el problema, y yo con los seres que me acompañan: mis anteriores de quienes viene mi fuerza, o mis maestros - esos que me enseñaron ya sea personalmente o a través de un libro, en forma de profesor o terapeuta, o adoptando cualquier otra forma - a quienes acudo en busca de claridad. Por encima de todo esto, existe una fuerza mayor a la que me entrego y en la que confío plenamente. Por todo esto es que cada sesión o cada taller es para mí una experiencia sagrada.
Hoy mi agradecimiento va a todos en quienes me descansé y me permití confiar para encontrarme, muchísimas terapias y terapeutas; y a todos quienes confían y se permiten venir a mi encuentro para dejarse acompañar sin etiquetas.
