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La terapeuta que soy

Quienes nos dedicamos a la ayuda y acompañamiento de personas hemos llegado a abrazar ese rol, creo que en la mayoría de los casos, buscando entendimiento y cura para heridas propias. “El curador herido” le llaman. En esta búsqueda de sanación a veces lo que no ha resultado para mí, sí ha sido bueno y de gran impacto para los consultantes. Tantas cosas he curado y tantas otras siguen abiertas esperando la medicina necesaria; y otras nuevas se van abriendo mientras viejas van cerrando.

Hace más de 20 años emprendía un camino hacia adentro, tratando de entender desórdenes que me arrasaban al tiempo que formaba mi propia familia, cosas del destino ajeno que tocaban el mío. Entre terapias, años de psicoanálisis, retiros espirituales y luego otros tantísimos años de formaciones me convertí en la terapeuta que puede ser hoy.
Estoy convencida que sin esas lastimaduras de la infancia y luego las heridas de guerra que adquirí de más grande, jamás hubiese emprendido tan largo camino, jamás podría sentarme frente a un paciente y resonar, jamás podría empatizar con su sistema y sumergirme junto con él/ella a bucear por esas aguas.
Cómo no resonar con heridas de abandono, de abusos, de exclusión, de pérdidas, de autoexigencias, de desamor, de desapego y tantas otras que también he tenido que reconocer y luego valientemente entregarme a su dolor.


Siempre digo a mis consultantes y a los grupos terapéuticos que se entregan a esa fuerza mayor que busca sanación, que este camino es para valientes. Por supuesto que cuando tocas una herida va a volver a doler si no fue cicatrizada; no importa el tiempo que lleve ahí, porque los traumas guardados en la memoria corporal son atemporales… 
Siento decir que no es verdad eso de que el tiempo lo cura todo…el tiempo por sí mismo no cura…Podremos tapar la lastimadura, ponerle una curita por años, pero en el momento menos pensado y bajo otra forma, emerge y vuelve a pedir a gritos ser mirada.
He tenido los mejores terapeutas y también los mejores maestros, y eso es algo que agradezco infinitamente, me siento una privilegiada, pero también he tenido la fuerza y el atrevimiento de enfrentar, reconciliar y batallar cuando ha sido necesario.
Hoy siento compartir esto, como forma de desbaratar  la idea del “terapeuta superado”, o la imagen del que levita respirando amor y paz las 24 hs, del que no tiene problemas que resolver porque ya lo hizo y ahora solo se dedica a solucionar vidas ajenas…
Pues no señores, eso no es real, simplemente no es humano, porque mientras estemos vivos tendremos nuevos conflictos, nuevos desórdenes, nuevos duelos, etc. Porque todos los sentimientos existen para ser sentidos con un fin, así entonces si estamos en duelo sentiremos tristeza, si estamos ante una situación desconocida o peligrosa sentiremos miedo, o nos enojaremos al sentirnos atacados. 
El curador herido tiene herramientas que primero adquirió para curarse y luego utiliza para ayudar a otros, el buen terapeuta se humaniza abrazando su propia vulnerabilidad, se conmueve con la historia del otro y usa técnicas para no confluir con ella, sabe que no hay mejor medicina que el acercamiento desde el corazón y usa su conocimiento para la tarea que lo convoca, no para favorecerse o acariciar su propio ego, no tiene problemas para dejar ver sus heridas, pero no las usa como trofeo para demostrar superioridad. Cuando mucho aprendemos a autoregularnos, a elegir el dolor y no el sufrimiento, a asentir a la realidad y a tratar de reconciliar internamente las divisiones existentes en el exterior. Pero por supuesto que todo eso es un montón y cuesta mucho trabajo personal, y el trabajo personal permite atravesar una montaña rusa de emociones y permite también atravesar la culpa.


Entre las herramientas que fui adquiriendo, hoy para mí representa la más significativa Constelaciones Familiares, aunque utilizo la necesaria según el requerimiento y muchas veces son indisociables una de otra. Todas las técnicas y herramientas tienen que ver con el cuerpo y la psiquis, con el inconsciente individual y el alma familiar. Mi recorrido académico comienza en el 97 y desde entonces no he parado de formarme: profundización en infancias, Psicomotricidad, Gestalt para niños y adolescentes, Decodificación Biológica, Neurociencias, Eneagrama, y actualmente en curso Psicodrama y coordinación de grupos. Coordino grupos desde el 2010 y desde entonces mi territorio laboral son los talleres grupales. En los inicios con madres y padres, luego con estudiantes universitarios, mujeres, y hoy día a través de los talleres de constelaciones familiares y grupos terapéuticos, mi acompañamiento va dirigido a toda persona que se acerque y lo solicite, ya sea en un formato grupal o en la intimidad de un consultorio.


El caminar nunca termina, el proponer por ahora tampoco, el aprender jamás y el abrir mi corazón para recibirte sigue siendo mi opción.
Mi ser terapeuta tiene fuerza, mi ser hija, hermana, tía, amiga, esposa y madre sigue siendo el misterio a resolver.

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